sábado, 7 de noviembre de 2009

VIVENCIAS


Mortal y rosa.
Francisco Umbral

Francisco Umbral es una de las figuras más destacadas de los últimos treinta años de la literatura española. Desde la década de los sesenta hasta el día de hoy Umbral ha producido grandes obras de calidad.

Ha sabido hacer de la escritura una forma de vida. Para él la escritura lo es todo; el mundo está para ser escrito y escribirlo es la manera de vivirlo verdaderamente. Y un claro ejemplo de esto es su obra cumbre, Mortal y rosa.

Publicada en 1975, es considerada por muchos como su mejor obra sin lugar a duda.
Cuenta un año en la vida de Umbral, escrita en trágicas circunstancias de su vida, que según avanza el libro descubres el por qué de la historia, el por qué de todo el libro.

El lo calificó como diario íntimo, aunque para llamarlo diario debería de estar fechado día a día.
Hay un pasaje dónde Francisco Umbral se para a pensar por qué escribir un diario íntimo:

No por vanidad, ya, a estas alturas y en mi caso, ni por egocentrismo, ni por vedetismo, sino por buscar la sencillez última, por huir de ese artificio que en último extremo suponen todos los géneros literarios. […] y resulta que el diario íntimo se llena de lirismos, de lucimientos, o bien, si se opta por el prosaísmo más directo, cae uno en la anotación banal, doméstica y monótona.

Al leer Mortal y rosa, descubrimos algo atípico y es que es una novela sin trama. Aunque cuenta una historia, no encontramos ese juego al que estamos acostumbrados en novelas habituales, es decir, unos personajes a los que les ocurren una serie de acontecimientos dentro de un lugar y un espacio, aquí no.
El autor reflexiona sobre sus vivencias, su forma de entender el mundo, lo que le ocurre a él, a su esposa y a su hijo de una manera muy realista.

Francisco Umbral habla en su libro de la muerte, la vida en general, las mujeres (“La mujer hecha es un abismo humano al que no nos apetece arrojarnos. La ninfa es un remolino de luz y carne.”), de sexo (“El sexo, aquella cosa dulce que gemía en la infancia, aquel secreto vegetal y pequeño, que fue alcanzando frondosidades de placer, urgencias de dolor. Aquello. El sexo, la cosa, aquella cosa.”), de él mismo, de su hijo, de su esposa, de la forma de concebir el mundo, de los sueños, de los días, de las noches sin dormir, de llantos, de sonrisas, de su vida, pero de su vida de una manera muy especial, lo vive con sentimiento profundo, por lo menos así es como lo describe en sus páginas, con frases que realmente hacen pensar a sus lectores.
Y hay una frase que especialmente me gusta, me hace reflexionar, y que es verdaderamente significativa:

Sólo encontré una verdad en la vida, hijo, y eras tú. Sólo encontré una verdad en la vida y la he perdido. Vivo de llorarte en la noche con lágrimas que queman la oscuridad.
Soldadito rubio que mandaba en el mundo, te perdí para siempre. Tus ojos cuajaban el azul del cielo. Tu pelo doraba la calidad del día. Lo que queda después de ti, hijo, es un universo fluctuante, sin consistencia, como dicen que es Júpiter, una vaguedad nauseabunda de veranos e inviernos, una promiscuidad de sol y sexo, de tiempo y muerte, a través de todo lo cual vago solamente porque desconozco el gesto que hay que hacer para morirse. Si no, haría ese gesto y nada más.

Al principio, cuando empiezas a leerle, quizá por la complejidad de las frases, el fondo que tienen, se hace algo difícil de comprender y seguir con la lectura. Pero conforme te adentras en él, descubres pasajes profundos, de gran calidad, con notas de humor en ocasiones, metáforas en otras, y eso hace que continúes.

Sin duda, un buen libro por lo menos desde mi pequeño y humilde conocimiento tiene que hacer sentir. Hacer que lo vivas cuando lo estás leyendo. Y este libro contiene fragmentos que lo consiguen.
Te transporta en ocasiones al dolor del autor, y puede que haya personas que se identifiquen en ocasiones con algún matiz de la historia que cuenta.
A pesar de tener un estilo lírico y ensayístico, existen momentos en los que se rompe con ese tono, y se limita a escribir lo que piensa, sin hacer referencia al ensayo, ni a la poesía que tanto tiñen las páginas del libro.

Es un libro innecesariamente necesario, dicen. La mejor producción umbraliana que en su momento no fue acogida con entusiasmo, pero que con los años su prestigio ha ido creciendo.

No hay que dejar pasar por alto la obra que ha conseguido el Premio de la Crítica, el Premio Príncipe de Asturias en 1996, el Premio Nacional de las Letras en ese mismo año y, en diciembre de 2000, el máximo galardón en lengua castellana, el Premio Cervantes.






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