domingo, 17 de enero de 2010

ALREDEDOR DE LA HOGUERA

Los Tuareg constituyen
un pueblo altivo y luchador,
muy diferente a la forma de entender el mundo que tienen los árabes. Se consideran hijos del desierto. En este lugar tan inhóspito del planeta, la vida es extremadamente dura. El agua escasea, las tormentas de arena son muy violentas y la diferencia de temperatura entre el día y la noche es abismal.
Pertenecen al grupo de los bereberes que habitan en el norte de África y en la antigüedad recibían el nombre de Libios por parte de griegos y romanos. Como consecuencia de la invasión árabe, del siglo VII al XI, estas sociedades se fragmentaron. Los Tuareg se refugiaron en los macizos centrales del desierto, conservando la lengua original el Tamasheq y la antigua escritura el Tifinagh.



A pesar de convertirse al Islam nunca abandonaron sus creencias animistas (creencia que atribuye vida anímica y poderes a los objetos de la naturaleza). La historia de este pueblo sólo es conocida parcialmente gracias a los textos de los cronistas árabes, que se refieren a ellos como valientes guerreros que asaltaban caravanas y conquistaban ciudades. Aunque esto no es cierto. Sólo hay que leer a Vázquez Figueroa para comprobar que no existen únicamente textos antiguos que muestren la vida de estas personas. Él en su libro Tuareg ahonda en éste pueblo, en sus tradiciones, sus costumbres, en definitiva, en su vida.



La novela te sumerge en las arenas de un desierto vivo, lleno de sentimientos, de pasiones. Un desierto amigo y al mismo tiempo duro e implacable. Un personaje principal, el noble inmouchar Gacel Sayah inmejorablemente descrito. Amo del desierto, luchador, capaz de sobrevivir en las más adversas y terribles condiciones, es sin duda el punto de unión entre la historia narrada y el lector.

Vázquez Figueroa transporta al lector al desierto del Sahara en plena independencia de Francia. A Gacel no le interesan los conflictos ni las guerras políticas, de hecho ignora que el desierto se encuentre dividido y existan fronteras. Vive aislado de la vida real, le interesa la felicidad de su gente, su mujer y sus hijos, pero defiende por encima de todo las sagradas leyes de su pueblo y no permite que nadie se burle de ellas.

Figueroa lo que hace es centrarse en ese romanticismo de la vida nómada, sin leyes, al margen de todo. Y lo que consigue es captar al lector desde el primer párrafo cuando comienza, de forma oral, contando una historia o relato que ha pasado de padres a hijos, generación tras generación alrededor de las eternas hogueras del desierto.

Y es que Vázquez Figueroa se crió de esta manera. Él vivió en el desierto con los Tuareg, y ellos tienen esa cultura oral, por lo que Figueroa creció escuchando esas historias, de ahí que el libro sea totalmente una novela de sentimientos, ha contado en alguna ocasión.

Para mí es una gran historia sobre el Tuareg. Su forma de vivir, de entender el mundo basado en la hospitalidad, en el respeto y fidelidad a sus leyes, en las consecuencias que puede tener cumplir las mismas y hasta donde llega una persona por su honor, por el prestigio de su pueblo y sus gentes. El afán de superación, de lucha y ambición hasta no conseguir lo deseado.
La política se encuentra también muy presente. En realidad todo gira alrededor de la situación política de ese momento y cómo Gacel se enfrenta a ella. El amor. Otro sentimiento que juega un papel muy importante. El amor por el desierto, por su vida, su mujer Laila, sus hijos, el amor por sus tradiciones y leyes…

Es todo un conjunto lo que envuelve al lector. No sabría decir qué es lo que más me apasiona de la historia, porque me gusta todo.
Sólo puedo invitar a leerlo. Realmente provoca gratas sensaciones.

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