jueves, 3 de diciembre de 2009

SAN MANUEL BUENO, MÁRTIR


Esta obra escrita en 1930 y publicada en el 31 en la revista La novela de hoy, pertenece a una época ya madura para Unamuno en la que seguía reflexionando hondamente sobre sus eternas luchas existenciales, sociales, políticas.

Obra maestra de Miguel de Unamuno, es considerada como su testamento espiritual.
La novela muestra un espacio no descriptivo, aunque tenga el fondo implícito del León de los Paisajes. Se trata de un espacio narrativo donde se asientan los símbolos clave de la dialéctica entre fe y duda.

La obra nace con una fuerte relación con otra novela suya, Niebla, que plantea parecidos conflictos existenciales y religiosos.

El autor confesó haber puesto un sentimiento trágico para elaborar esta obra. Obra de complejo simbolismo (el lago, la montaña, la nieve, la ciudad sumergida...) y drama interior en el que se proyectan las grandes obsesiones del alma de Unamuno: la inmortalidad, la fe, la muerte, el consuelo de la religión, lo trágico de la verdad, la angustia existencial, etc.

Destaca el recurso de la técnica del “manuscrito encontrado”, muy ligado a Cervantes. Este procedimiento le permite a Unamuno poner una narradora entre él y el lector y todo nos llega desde el punto de vista de Ángela Carballino.

La novela se desarrolla en un pueblecito llamado Valverde de Lucerna.
Existen dos paisajes, uno natural, la aldea de Valverde de Lucerna, y otro espiritual, la villa que según la leyenda está sumergida en el lago del pueblo.
El paisaje natural es símbolo de la vida real y terrena, mientras que el otro simboliza el anhelo de la inmortalidad, del sueño de la vida eterna de Don Manuel.

Vamos a encontrarnos con la típica aldea a pie de montaña donde sus gentes están muy ligadas a la fe, a su párroco, son muy creyentes.

Ángela cuenta que considera a don Manuel su padre espiritual. Y no sólo Ángela, sino que toda la aldea creen mucho en él y le idolatran continuamente.

Múltiples hechos lo muestran como “un santo vivo, de carne y hueso”, un dechado de amor a los hombres, especialmente a los más desgraciados, y entregado a “consolar a los amargados y atediados, y ayudar a todos a bien morir”.

Un claro ejemplo de esto es el siguiente fragmento de la novela:

En la noche de San Juan, la más breve del año, solían y suelen acudir a nuestro lago todas las pobres mujerucas, y no pocos hombrecillos, que se creen poseídos, endemoniados, y que parece no son sino histéricos y a las veces epilépticos, y don Manuel emprendió la tarea de hacer él de lago, de piscina probática y tratar de aliviarles y si era posible de curarles. Y era tal la acción de su presencia, de sus miradas, y tal sobre todo la dulcísima autoridad de sus palabras y sobre todo de su voz ¡qué milagro de voz!, que consiguió curaciones sorprendentes.

Sin embargo, algunos indicios van a provocar que Ángela adivine lo que realmente le sucede a don Manuel y le tortura de forma garrafal.

Una cuestión particular dentro de la estructura interna es el tiempo. Al hilo de la lectura se irán observando todas aquellas anotaciones con las que se nos da la idea del paso de los años, en particular, las que se refieren a la edad de Ángela. Por lo demás, y entre otras cosas, es curioso señalar la existencia de algunos saltos en el tiempo.

En definitiva, una novela atrayente, de liviana lectura, eso sí, poco extensa. Pero hace elucubrar al lector sobre el sentido de la vida y meditar determinadas cuestiones existenciales.

1 comentario:

Eduardo Martínez-Rico dijo...

Feliz Navidad, Elisabeth. Soy Eduardo Martínez-Rico, tu profesor de Periodista Cultural. Me he encontrado con tu trabajo colgado en el blog. Lee el poema de Unamuno "Alma libro": ya verás como te gusta.